Confieso que siempre me ha dado un poco de risa, por
no decir bastante, aquellos que te dicen, si amas de verdad a alguien, siempre
vas a querer su felicidad, incluso si lo es con otra persona. Justo yo, un
enamorado del amor desde que tengo uso de razón y abuso de corazón, se reía de
esto y no entendía, o me detenía a analizar un minuto la profundidad de esa
frase, o del mismísimo sentimiento de amor en su mayor esencia natural que se expresa
en esto, luego, por supuesto, de su estado más puro, que es el amor de un padre
a un hijo. Pero desde un corto lapso de tiempo, debo admitir que lo veo de otra
manera y hasta pedir disculpas a aquellos de los cuales me pude haber mofado en
años de juventud adolescente, que me planteaban estas cosas.
Si,
yo, que el motor en mi vida es el amor, estoy recién ahora descubriendo un
nuevo núcleo en él, ¿el verdadero amor?, porque hoy me encuentro diciendo, que
solo cuando amas a alguien de verdad, siempre, pero siempre, vas a querer su
felicidad, inclusive antes que la tuya propia, cuando la ves como le brillan los
ojos al estar junto a esa persona a la que le dedica sus pensamientos más
tiernos, que hasta tal vez sea el amor de su vida, o no. Entonces, aparecen
sensaciones tan extrañas y opuestas entre sí, que es irreal que puedan suceder
todas juntas a la vez; por un lado se te desarma el alma de pena al verla con
alguien más, soñando cada noche con ser vos esa persona por la cual suspira, y
por el otro lado, el corazón se te llena de alegría al ver que su sonrisa no entra
en su boca de tanta felicidad, y con tan
solo eso, vos sos feliz, porque ella es feliz, y ahí te das cuenta lo avaro que
fuiste amando durante toda tu vida, y que todo lo que te pudo haber pasado
antes, fue solo el entrenamiento necesario para poder descifrar quien es la
persona que el universo te marco en el alma, pero que el destino, por demás excesiva
cantidad de veces, no te la pone junto a vos.
Omar Criador.
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